martes, 6 de marzo de 2012

Historia de la Faja Pirítica Ibérica (VI). (Por Iván Carrasco)

EL SIGLO XVIII:
LAS MINAS SON REHABILITADAS


Ya en el nuevo siglo, las minas de Riotinto llamaron la atención de Liberto Wolters, ciudadano sueco que residía en España desde hace varios años. Hombre emprendedor e ingenioso, hizo cierta fortuna recuperando tesoros de galeones hundidos en la ría de Vigo utilizando una escafandra de su invención. En 1725, Wolters presento una solicitud de asiento por 30 años de las minas de Guadalcanal, Galaroza, Cazalla, Aracena y Riotinto, que fue admitida por la Administración. Se le concedían 18 meses para organizar su empresa y poner en marcha las minas, considerando prioritaria la reactivación de Guadalcanal o Riotinto.

El 4 de septiembre de ese año publicó en Madrid "El Manifiesto", donde detallaba las bases de su empresa, que fue una de las primeras sociedades anónimas constituidas en España (Avery, 1985). este documento provocó una virulenta campaña contra su persona, acusándolo de embustero, estafador y hereje (ciertos círculos reaccionarios no le perdonaron nunca su origen foráneo y su religión protestante). A pesar de todo, no faltaron adhesiones a su proyecto y dos meses después se constituyó la empresa. pero un año después, la impaciencia de algunos socios ante la falta de dividendos, hizo que surgieran fuertes discrepancias, que terminaron con una resolución judicial por la cual, el 4 de julio de 1727, se dividió la empresa en dos: la Compañía de Minas de Riotinto y Aracena, cuya propiedad conservaba el sueco y la llamada Compañía Española, constituida con el resto de las propiedades de la sociedad matriz (Avery, 1985). Al conocer la decisión, Wolters cayó gravemente enfermo, muriendo 22 días después (Rúa Figeroa, 1859). En su testamento legó las minas a su sobrino, Samuel Tiquet, que no pudo hacerse cargo de la explotación hasta noviembre de ese año, cuando se le reconoció legalmente heredero.

A mediados del siglo XIX, los vitriolos de las galerías antiguas fueron objeto de explotación en riotinto. Hoy en día, gracias al rápido crecimiento de estos sulfatos, aún se pueden ver algunas de estas bellas formaciones. Foto Ángel Sanz.

En un principio el cobre se obtenía exclusivamente por cementación de las aguas drenadas de los minados, en la galería de Santa Bárbara, los Pozos Amargos (Planes) y la Cañería Alta del Escudo del Carmen. Para precipitar el metal se empleaban planchuelas de hierro vizcaíno y hierro viejo (Flores caballero, 1983). Las labores mientras consistieron en la limpieza de antiguos pozos y socavones, con el propósito de encontrar minerales de ley superior al 4% en cobre adecuados para la fundición. La primera, El Chorrito o Santa María, se puso en marcha hacia 1737. El cobre negro (mata) se enviaba para su afino a la Real Maestranza de Artillería (Sevilla). Otro producto vendido era la caparrosa. En 1746, el Gobierno concedió a la compañía el monopolio de esta sustancia, al forzar a las fábricas nacionales a consumir la producida en Riotinto y no la importada de otros países /Rúa Figeroa, 1859). Ese mismo año, Tiquet contrató a un sastre valenciano que haría historia en las minas ; Francisco Tomás Sanz. Por su capacidad para los negocios se convirtió pronto en la mano derecha del asentista. A partir de 1747 se comenzó la producción continua de caparrosa y cobre. Los fundidores consiguen por fin alcanzar buenos rendimientos en el horno. En 1750 se inauguro en Los Planes la nueva fundición de Ntra. Sra de los desamparados (la "fundición Grande"), destinada a afinar las matas obtenidas en El Chorrito. Para mejorar la recuperación del cobre, en 1752 se introdujo la calcinación del mineral al aire libre en montones cónicos denominados hornos. La operación se realizaba en tres fuegos o fases, alternándolas con otras tantas fusiones en hornos castellanos. Así se obtenía un cobre negro que se afinaba en copelas alemanas. El producto final era el denominado cobre roseta y tenía un grado de pureza apto para su venta.

Vista del talud Norte de la Corta de Filón Sur (Riotinto) a finales del siglo XIX. Obsérvese las numerosas labores de interior descubiertas y la no correspondencia de las cámaras y los pilares en los pisos altos, causa de varios hundimientos a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Foto cedida por F. Salgado.

Tiquet falleció en 1758. En ausencia de sus familiares, que también eran beneficiarios de la herencia , nombro a Sanz albacea de los bienes y poderes que poseía por Real Asiento. En 1761 Sanz fue nombrado oficialmente asentista de las minas. Con él se inició una etapa de relativa clama judicial, lo que permitió la consolidación y ampliación de los trabajos. La política económica del nuevo director se baso en el aumento de la producción de cobre metal, potenciando el tratamiento de mineral por vía seca (fundición) y pasando a un segundo plano la vía húmeda. En este periodo se construyeron las fundiciones de san Gabriel, San José, San Francisco de Paula y Nuestra Señora del Rosario.

La codiciosa explotación del Filón Nerva (actual Filón Sur), convirtió la mina en un intrincado laberinto (Tarín. 1888). El criadero se dividió en tres campos de labor servidos por tres pozos: San Cristóbal, Santa María y Santa Bárbara. El mineral se transportaba en barriles que se hacían rodar por las galerías hasta los pozos, donde se trasvasaban a sacos con los que se izaba hasta la superficie a base de tornos movidos a brazo (Avery, 1985), En las cercanías de cada pozo se prepararon unos llanos o plazas para calcinar los minerales.

En las cercanías del pozo Santa Bárbara se ejecutaron una serie de galerías de reconocimiento en una zona muy rica. Comenzó entonces un plan de arranque sin otro contacto con el exterior que el propio pozo. Finalmente, la urgente necesidad de ventilar los trabajos, propició la apertura de un sacavón desde el pozo al exterior por contramina, que se inauguraría en 1765 (Rúa Figueroa, 1859). En adelante, todo trabajo subterráneo será conocido en Riotinto por este nombre y, más tarde se hará extensivo al resto de las minas de la provincia. El referido socavón servirá de acceso al Filón Sur hasta finales del siglo XIX y será conocido por los mineros por el nombre de "Callejón del Calor".

Acercándose a la fecha que aspiraba el Real Asiento, comenzaron una serie de litigios entre Sanz y los herederos de Tiquet para hacerse con la propiedad absoluta de las minas que se habían convertido en negocio rentable. En julio de 1776, fecha de finalización del asiento, se decidió que mientras llegase la resolución del tribunal y para evitar la parada de los trabajos, se mantendría a Sanz en su puesto de administrador. Se nombro a un interventor para controlar la contabilidad de la compañía, despidiéndose al hijo de Sanz, que era quien ocupaba ese puesto hasta entonces.

La presencia de un elemento ajeno a su familia, pondrá al descubierto muchos de los manejos del Administrador: ventas ilegales de cobre, ocultación de rentas o pago de nóminas a trabajadores inexistentes o fallecidos (Flores Caballero, 1993). Además se llevaban dos libros de cuentas: uno falso que se enviaba a la Real Hacienda y otro auténtico, que se iba destruyendo a medida que se cerraban las operaciones mercantiles (Avey, 1985).

Zona de Levante de la corta Filón Sur donde también aparecieron numerosas labores de interior antiguas. Foto Colección Particular.

Sanz sería destituido de forma fulminante en agosto de ese mismo año, pero no dejaría de incordiar durante los diecisiete años de vida que le quedaban. Se traslado a vivir al popular barrio sevillano de Triana, donde reunió a un grupo de antiguos colaboradores con los que reclamó continuamente comisiones e indemnizaciones que, según él se le adeudaban. En 1786 consiguió su único éxito: una pensión vitalicia por sus años de trabajo en Riotinto. Sanz murió el día 2 de octubre de 1800. Sus herederos continuaron con sus reclamaciones esporádicamente.En 1873, cuando las minas fueron vendidas a la compañía inglesa, la familia de Sanz elevó una enérgica protesta al Gobierno por haber enajenado sus propiedades sin su permiso (Avery, 1985).

A finales de 1778 se declaró vacante el Real Asiento, ordenándose el inventario general de la propiedad y sus bienes para sacar las minas a subasta pública. Pero el Gobierno reconsidero su postura, pues el 1 de febrero de 1783 la Real Hacienda tomará posesión de Riotinto, convirtiéndose en el tercer establecimiento minero que pasaba a estar bajo control del Estado tras Almadén y Linares (Rúa Figueroa, 859). El primer periodo de administración pública de las minas se prolongó hasta el primer tercio del siglo XIX. En los primeros años se contará con la colaboración de un activo ingeniero de minas: Francisco Angulo.

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