lunes, 14 de noviembre de 2011

Maquetas de la historia (por J.C. León Brázquez)


Cuando en 2007 mis paisanos me otorgaron el Premio de Comunicación y Periodismo Torre de Nerva, también recibí con agradable sorpresa una maqueta de locomotora regalo de José de Jesús Iglesias Márquez. Sabía de su afición y que en aquel momento estaba a vueltas con un malacate eléctrico que hoy está envuelto en un plástico protector. Allí en su taller se acumulan maquetas de locomotoras, casas y malacates. El reflejo de una historia, la última historia de la mina hecha maqueta.

Aunque siempre estuvo vinculado a los trenes y al paisaje minero. no fue hasta 1996 cuando a José Iglesias, o Pepe como lo llaman muchos amigos,
descubrió su afición a reproducir las máquinas que él conoció o incluso condujo. Desde niño, allá en el pueblo de La Mina (el pueblo que se hundía por los trabajos de los ingleses en los filones próximos) veía pasar los trenes humeantes y las vagonetas llenas de mineral; en 1943, con apenas 16 años ya empezó a trabajar cargando vagones en los pozos del “Cerro Colorao” y cuya foto tiene en su taller, precisamente una locomotora arrastrando vagonetas.
Así hizo su entrada en la Compañía, la Ríotinto Company Limited, porque tres años después sería destinado a Cocheras, a “Discos y Señales”, en lo que era Ríotinto Estación, pero que todo el mundo la conocía como la Estación de Enmedio. Aquel nudo de vías maravillaba a quienes las veían; unas para maniobras, otras para el paso de trenes, o como la llamaban vías generales, hacia La Naya, La Mina o Nerva. Recuerdo las casetas llenas de señales plantadas en un paisaje abrupto, hermoso y misterioso, en donde era fácil que volara la imaginación de un niño. Pepe estaba dedicado al mantenimiento, precisamente como su departamento indica, para arreglar las señales y discos y aquello le sirvió para familiarizarse con el lenguaje ferroviario, lo que le fue muy útil cuando en 1962 sacó la licencia para conducir el Coche-Vía, con el que comenzó a trasladar diariamente a los jefes y altos cargos ejecutivos en la ruta a Huelva y estaciones intermedias. No llevaba volante y solo tenía freno, acelerador y cambio de marchas para meterle la velocidad.

“El ingeniero llegó a Ríotinto me examinó y me dio el carnet de Industria. Era un coche diesel que circulaba por raíles, pero como ya tenía el carnet de conducir y me conocía todas las señales ferroviarias aquel examen fue muy fácil. Era igual que un coche normal, íbamos sin horarios y parábamos en todas las estaciones, ya que había que revisarlas. Aunque el coche solo cogía los 50-60 km/h, un día que íbamos dir
ectamente a Huelva quise ponerlo a prueba y me embalé hasta alcanzar los 70 Km/h, aquel día creo que tardamos solo una hora en llegar”. Diez años después, de aquel Coche-Vía pasó a “Movilidad”, una especie de parque móvil automovilístico que era usado por los jefes y dir
ectivos para su traslado por carretera. Más tarde, desde 1975 a 1984 estuvo conduciendo ambulancias en el viejo Hospital inglés y ya en su último año de trabajo activo en el nuevo Hospital Comarcal de Ríotinto.

Con la jubilación, José Iglesias se dedicó a su huerto y a sus manualidades, hasta que en 1996 vio una exposición de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, organizada en la Biblioteca de Nerva por la Asociación de Amigos del Ferrocarril de la Cuenca Minera, donde había una maqueta de locomotora. “Yo la vi y me dije mira voy a hacer maquetas y desde entonces hasta hace poco tiempo, cuando quebró la salud, he estado reconstruyendo lo más fiel posible aquellas máquinas que veía desde niño. He hecho unas 40 locomotoras, hoy repartidas mayoritariamente entre familiares y amigos; tres malacates y tengo reproducidas la Estación de Nerva, como era entonces, y mi propia casa. La Estación de Nerva la hice porque se que muchos jóvenes no conocen nuestro pasado y es una forma de que sepan que también aquí hubo trenes y teníamos una preciosa Estación”.

José de Jesús Iglesias había hecho maquetas de camiones y aviones, pero no se le ocurrió que podría hacerlas de “sus” trenes hasta que vio aquella maqueta de locomotora en 1996. Desde entonces no ha dejado de hacer con mimo y cariño sus reproducciones de trenes, para lo que se ha servido de los folletos, planos y libros que ha ido recopilando en estos años. Sus obras han estado presente en seis exposiciones. La primera, en Nerva, en el Hogar del Pensionista, y posteriormente otra en la Biblioteca. A Renfe le gustaron sus maquetas y le pidió cuatro locomotoras que estuvieron expuestas en la Estación de Francia, en Barcelona, para conmemorar en 1998 los 150 años del ferrocarril en España. En años sucesivos sus pequeñas obras estuvieron expuestas en Ríotinto, El Campillo y Bella Vista. Y durante algún tiempo su extraordinario malacate eléctrico estuvo en la sede de los Amigos del Ferrocarril, en la antigua Estación de Nerva. Un malacate que reproduce el que estaba en Peña de Hierro y cuya replica a tamaño natural podemos ver en la entrada de Nerva desde Sevilla. José Iglesias lo hace funcionar para mí. Sus luces, sus mineros y la activación de la subida y bajada de mineral desde el fondo de la miniaturizada mina. No le falta detalle, un prodigio del ingenio y de la voluntad para que aquellos que nunca bajaron a una mina conozcan cómo funcionaba unos artilugios que pueblan la geografía de la cuenca minera y que deberían ser preservados como las Pirámides de Egipto.

Su primera reproducción fue una locomotora de vapor, la 201. Utiliza como elemento básico la chapa, que moldea con paciencia y que va recortando según los elementos que necesita. El soldador de estaño es otro de sus aliados en el taller en el que ha dedicado muchas horas desde que descubrió su pasión, “ lo que no siempre le gustaba a mi mujer , tanto por las horas que echaba como porque al llegar a casa solía tener la camisa sucia o agujereada por el uso del soplete”.

José conserva sus máquinas preferidas, como la reproducción de la máquina más antigua, de 1875, conocida como la número 14 y como “Las locas de carrera”. La RTCL compró catorce de estas locomotoras entre 1875 y 1890, para utilizarlas en el transporte de mineral hasta el puerto de Huelva, más tarde serían utilizadas en otros servicios. Y aún hoy sigue funcionando llevando turistas río abajo gracias a la recuperación de la máquina original realizada por la Fundación Río Tinto.

Otra maqueta, la de la serie 200, que llegó a las minas en 1954, la llamaban la “Hilda” porque se contorsionaba en su vaivén andarín y que tiene en un rincón de su casa.; una serie K transformada con el número 118, conocida como la Garratt chica y una auténtica Garratt, de casi un metro de largo, una máquina con doble cilindro que podía trasladar 50 vagones M cargados de mineral. Fue la máquina más grande que tuvo la Compañía y aún así al llegar a Los Frailes cargada de carbóndesde Huelva, tenía que dejar la mitad desu carga que era recogida por otra máquina para poder librar la fuerte pendiente. También tiene reproducida su actual casa y la Estación de Nerva, tal como era cuando funcionaba. La tenía en la cabeza y quiso construirla con los detalles hoy desaparecidos. Y queda aun a medio hacer una máquina de la Clase C que José quiere terminar en cuanto se recupere. Su amor por las máquinas que él conoció nos sirve hoy para acercarnos a aquellos caballos de hierro que llevaban el mineral hasta el muelle de Huelva.

Aunque muchos jóvenes y niños puedan ver hoy a tamaño natural una vieja locomotora 200, en la rotonda Ríotinto-Nerva-Aracena, frente a los Bomberos y el Tanatorio, o el tren minero que baja turistas por el río Tinto, las maquetas de José Iglesias son también reflejo de aquella historia de tiempos de la mina que les han podido contar sus padres y abuelos. El patrimonio hecho maqueta.

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