lunes, 11 de octubre de 2010

Nerva del río Tinto. Villa de la libertad. NOMBRES PARA UN PUEBLO (II). Por J. C. León Brázquez.

La ausencia de vegeta ción conformaba el paisaje a principios del siglo XX. Foto: J. C. León Brázquez, cedida por Restaurante Epoca.


No fue precisamente Paz lo que tuvimos durante el siglo XIX, primero por la invasión napoleónica y más tarde por las propias peleas nacionales de nuestros dirigentes. Si languidecía la mina, también languidecería yo. Así que me interesaba todo lo que se decía en los periódicos de la época en los que sólo se hablaba de las rivalidades políticas. Hasta aquí llegaban esos ecos, pero mis mineros solo hablaban de justicia y de ganar un mejor jornal, así que se alegraron cuando las minas, en plena Primera República Española, se vendieron a un consorcio anglo-germánico, al menos porque habría trabajo y se podría comer. Aquello nos cambiaría a todos, para siempre. Primero porque este mi pequeño poblado minero iría creciendo, convirtiéndome con el tiempo en núcleo principal de la explotación de las minas y porque mi gente, siempre mayoritariamente obreros sensibilizados en su condición de ser, apartados de los centros de poder empresarial y político que habían elegido como residencia otras poblaciones alejándose de la contaminación de clase, decidieron que el poder central de Zalamea la Real no solucionaba los problemas que se generaban en mi entorno y no satisfacía los servicios necesarios, así que decidieron separarse de aquel desconsiderado poder y reafirmar el sentimiento de lucha y diferencia utilizando el nombre de Villa de la Libertad.

En 2010 se han conmemorado el 125 aniversario de la emancipación de la Villa de Nerva del municipio vecino de Zalamea la Real. Foto: Dibujo de Antonio León Ruíz sobre el 125 aniversario para la revista Nervae, 2010.

Carlos Marx había publicado en 1867 el primer tomo de El Capital, el que evidenciaba los intereses de clases sociales, mientras que por aquí andábamos como siempre a la greña, en una España enfrentada y partida, aunque mis vecinos se encontraban más unidos que nunca en la búsqueda de una identidad que siempre conservé. Aquella reina Isabel II de dudosa conducta moral arrojó a la decadencia a una nación abatida y cada vez más empobrecida, lo que dio origen a una revolución que desembocaría en la huida de la reina (1868) y en mi anhelada independencia de Zalamea. Todos me empezaron a conocer por mi nuevo nombre, Villa de la Libertad. ¡Qué tiempos! Aquella revolución, paralela a mi primera independencia, desembocó en una avanzada Constitución (1869), con dos Cámaras legislativas elegidas por sufragio universal, reconocía los derechos de asociación y reunión, decretaba la libertad de cultos, separaba a la Iglesia del Estado y terminaba con el sistema de quintas sustituyéndola por el servicio militar obligatorio para todos los españoles y no solo para los menos pudientes. ¡Cuántos hijos míos salieron para combatir en las guerras de colonias, en América y en África! Fueron los años en los que los programas de la Internacional se extendían con éxito por la situación desfavorecida de las clases obreras españolas. Y de eso mis hijos sabían mucho.

Ciertamente aquí, en la Villa de la Libertad, luchábamos como todo el país por buscar una sociedad mejor y más igualitaria. Por primera vez en nuestra historia nos sentíamos libres, siendo Don Manuel de León el primer alcalde provisional. “La que ha sido hasta ahora de Ríotinto sujeta a la jurisdicción de Zalamea la Real, tan luego como ha sido presentada la superior orden de la Junta Provisional del Gobierno de la capital de la provincia, de fecha 12 del actual (12.Oct.1868) y de acuerdo en un todo con dicha superior orden general, que en virtud de las actas que anteceden en este expediente nombrando Ayuntamiento (…) acordándose por los Sres. que su nombre sea en lo sucesivo el de VILLA DE LA LIBERTAD”.

No es que no quisieran mis vecinos ostentar el nombre de nuestro río, del que siempre nos hemos sentido orgullosos, pero había costado mucho sufrimiento romper las cadenas y mis gentes vivían aquellos momentos como los más importantes de nuestra existencia. Un bien supremo, el de la libertad frente a un poder que poco hacía por nosotros. Aquello duró pocos meses, porque la Zalamea de entonces supo apretarnos las tuercas y nunca reconoció nuestra independencia, así que estrangulándonos económicamente –como suelen hacer los poderosos- no hubo más remedio que volver a aceptar aquel dominio, aunque afortunadamente por breve tiempo.

Teatro Victoria de Nerva, 1923. Foto: Gente de Nerva

Los cambios se sucedían en España, eran tiempos de agitación en los que nació la Primera República Española sustituyendo a un rey inoperante como fue Amadeo de Saboya, pero el experimento republicano tampoco resultó y volvimos a la monarquía con Alfonso XII, un rey que vendría a visitarnos. Claro que para entonces ya las minas estaban en manos de un consorcio empresarial extranjero, al que aquella corta e inexperta República Española había vendido por muy poco dinero todo cuanto me rodeaba. Aquel consorcio estaba dispuesto a hacer más que rentable una explotación en la que ya trabajaban buena parte de los entonces 1.200 vecinos nervenses.


Este escudo representa la independencia de nuestro pueblo del de Zalamea la Real, al que pertenecía, y está representada por una garza que se libera de sus cadenas y queda en libertad. Foto: Pueblos de España.org

Nuestra libertad fue exigua pero aquello nos enseñó a luchar de otra manera. Y una y otra vez nuestras propuestas de independencia llegaron durante los 17 años siguientes a las Cortes. Ahí estaban luchando vecinos como Domingo Gil Vélez, Andrés Domínguez León, Romualdo Ramos, Miguel Domínguez, Julián Mora, Antonio Cabeza, José García y tantos otros que me gustaría mencionar. No estuvimos solos, nos ayudó el entonces presidente de la Diputación Provincial, Don Narciso García Castañeda y Don Mariano Lucientes, quien leyó en las Cortes el proyecto de ley y sobre todo recuerdo el interés de Don Manuel Martín de la Oliva, a quien el Rey le concedió por su contribución el título de Marqués de Nerva. De eso hace ya 125 años y fue cuando decidimos, para no ofender a nadie, que en lo sucesivo yo me llamaría Nerva, como el Emperador de aquella placa de cobre que asombró cuando la descubrimos en nuestras galerías mineras en 1762.

Diario de sesiones Congreso de los Diputados, num. 163, 2-06-1885, pp.4.667. Madrid. Foto: J. M. Pérez López en "Proceso de emancipación de la Villa de Nerva". Revista Nervae, 2010.


Fuimos por fin independientes, justamente un año antes de que en España se aboliera la esclavitud y se aprobara el matrimonio civil. 1885 un año muy importante para nosotros, el mismo en el que murió el rey Alfonso XII pocos meses después de que su segunda esposa, Maria Christina Désirée Henriette Felicitas Rainiera von Habsburg-Lothringe, firmase el 7 de julio nuestra segregación. Tres días después la Gaceta de Madrid, lo que hoy sería nuestro Boletín Oficial del Estado, publicó la orden en estos términos: “Sabed que las Cortes han decretado y Nos sancionado lo siguiente: Artículo único. Las Aldeas de Ríotinto y Ventoso y los establecimientos mineros de Chaparrita y Peña de Hierro se segregarán del Ayuntamiento de Zalamea la Real, provincia de Huelva, a que pertenecen para formar un nuevo municipio que se denominará NERVA. (…) dado en Palacio a 7 de julio de 1885. Yo el Rey”.

CONTINUARÁ,...

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