martes, 19 de octubre de 2010

Nerva del río Tinto. Villa de la Libertad. NOMBRES PARA UN PUEBLO (III). Por J. C. León Brázquez

El mismo año en el que el científico francés Pasteur descubrió la vacuna antirrábica y el mismo año en el que el alemán Benz construyó el primer automóvil. No existía entonces ni la fotografía en color, ni el motor diesel, ni los rayos X, ni la telefonía sin hilos, ni la radio, ni el Zeppelin, inventos todos que se sucederían en años sucesivos antes de que empezase el siglo XX, el más importante de mi historia y el único que me conoció entero como Nerva.

Domingo Gil Velez, primer alcalde de Nerva (1885- 1891). Foto: Revista Nervae, 2010.

Aquel poblado Nuestra Señora de Río Tinto se convirtió en la Aldea de Río Tinto, cuyo nombre llevé durante siglos hasta que me lo cambiaron por Villa de la Libertad y poco después por el de Nerva, como os acabo de contar. Todos nombres hermosos de una larga existencia. Conmigo caminaron en la independencia El Ventoso, La Chaparrita y Peña de Hierro, todos formamos entonces la nueva Nerva, en la que nuestro río Tinto brota al sol desde las entrañas de la tierra y tímido se pasea junto a nosotros mostrándonos los más vivos colores que nunca tuviera río alguno, con cuyo nombre es conocida en todo el mundo nuestra cuenca minera. El propio Domingo Gil Vélez, en uno de sus primeros escritos firmados como alcalde, recordaba entre paréntesis, Nerva “antes Rio-Tinto”.

Panorámica de Peña de Abajo, 1969. Foto: Alongarvi

¿Cómo iba a suponer que con el trascurrir de los siglos aquella presencia romana y la inscripción que nos dejaron en el año 97 después de Cristo servirían para que ahora todo el mundo me conozca como Nerva, mi último nombre? Cómo no recordar ahora mis inicios como población estable, cuando en el siglo XVIII en un informe para hacer una Geografía Monumental en tiempos de Carlos III el párroco Antonio Domínguez decía…”se ignora su antigüedad por no haber archivo y ni sólido fundamento que lo acredite, solo se ha encontrado una inscripción en las paredes de la Iglesia que dice se hizo en el año 1599, la cual acreditan los libros de Archivos de dicha parroquia (…) Y agrega que tiene 141 vecinos y que “ a la misma falda de la Montaña se va fundando un nuevo Pueblo que hoy contiene cien vecinos, y una iglesia sujeta à la Parroquia de la Aldea de Ríotinto...”

Vista del antiguo pueblo de La Mina. Foto: Colección Particular.

Ya sé que mis vecinos de La Mina (La Mina Abajo, junto al antiguo Filón Sur) agregaron a su nombre el de Río Tinto y lograron independizarse antes que yo, en 1841 -todo hay que decirlo- gracias al apoyo de la dirección de la compañía minera. Después el pueblo tras unos derrumbes en los primeros años del siglo XX sería dinamitado y la mayoría de sus habitantes fueron trasladados a El Valle y al Alto la Mesa (La Mesa de los Pinos) en lo que hoy es el pueblo de Minas de Ríotinto, con el que siempre me sentí hermanado por llevar el nombre de nuestro río y por compartir tanta historia.

Plaza del pueblo antiguo de La Mina, 1888, 'Año de los tiros', por el pintor nervense Antonio Romero Alcaide. Foto: coloresdepadules.

Ya lo saben, tardé en obtener el nombre que llevo. Había visto, como os he contado, el paso de muchos y distintos pueblos por esta tierra, aunque lo que más me sorprendió fue cuando en 1873 comenzaron a llegar gentes que hablaban con otra lengua y tenían otras costumbres. Supe que eran británicos, aunque los acompañaban hermanos de su imperio, australianos, canadienses, surafricanos. ¡Qué importaba!, para nosotros todos eran ingleses. Tuvieron mucha suerte porque todo aquel tesoro solo les costó 92.800.000 de pesetas de la época (algo menos de 600.000 euros) y parece que me temían, porque se instalaron algo al norte, en La Mina y El Valle, quizá porque mis gentes representaban entonces la mayor fuerza obrera de la comarca. Y lo pagamos caro, porque solo tres años después nos manifestamos junto a vecinos de otros pueblos contra los humos sulfurosos de las teleras. Aquel 1888, el año de los tiros, murieron varios de mis vecinos en La Mina, en la ladera del Cerro Salomón, el centro del nuevo poder de las minas. Nunca entendí porqué el Consistorio nervense no se opuso a las teleras, como sí lo habían hecho otros municipios, aunque por entonces se justificó por la prosperidad económica que había traído la industrialización británica minera.

Nerva, años 20. Foto: Revista Nervae, 2010

A los ingleses los tendríamos con nosotros 81 años y solo hay que fijarse en nuestras fuentes y muchas casas para vislumbrar su influencia. Tuve 17.000 vecinos en 1930 aunque hoy, ya lo saben ustedes, apenas rocemos los 6.000. Nunca sentí extranjero a nadie, los hice míos y se integraron porque por aquí pasaron gente de todos lados y todos aprendieron y me enseñaron.

Riada de 1936, en Nerva. Foto: Gente de Nerva

Y con los ingleses como dueños absolutos de la mina, a través de la Riotinto Company Limited y con sus propias colonias residenciales, el 7 de agosto de 1885, un mes después de la aprobación regia segregacionista, fue nombrado como mi primer alcalde independiente Don Domingo Gil Vélez, quien a los dos años ya había construido nuestro Ayuntamiento, el máximo emblema de nuestro ser hoy y de nuestra independencia. Desde hace 125 años mi nombre es Nerva, como aquel Emperador romano, “Marcus Cocceius Nerva”, quizá porque como dejó escrito Tácito “Nerva unió durante su gobierno dos conceptos irreconciliables, la soberanía y la libertad”. Y ya que soy fuente de cuenca minera y uniendo la historia de mis gentes, quizá mi nombre, al menos por hoy debiera ser NERVA del río Tinto, Villa de la Libertad.

Panorámica actual de Nerva. Foto: Gente de Nerva

2 comentarios:

Jose Luis Carrizo dijo...

Al leer esto, uno no puede por menos seguir sintiendose orgulloso de ser hijo de esa tierra.
Enhorabuena.

Juan Leante dijo...

Tu forma de narrar la historia de Nerva es tan deliciosa y llena de ternura,(la que profesas a tu tierra), que debería enseñarse así en los colegios.
Muy logrado. Saludos cordiales.