lunes, 26 de noviembre de 2012

Historia de la faja Pirítica Ibérica (VIII). (Por Iván Carrasco)

LA FIEBRE MINERA DEL SIGLO XIX:
LA PIRITA, MENA DE AZUFRE. (I)


A principios del siglo XIX, el panorama era desolador. La Guerra de la Independencia (1808-1813) y la pérdida de las colonias americanas a partir de 1820, condujeron al Estado Español a una grave crisis económica. En Europa por el contrario, hubo un gran florecimiento del comercio y de la industria. Inglaterra estaba en el apogeo de la construcción del imperio. El establecimiento de las compañías inglesas en ultramar, permitió al país ocupar posiciones de privilegio en el mercado internacional y garantizar el abastecimiento de la industria de la metrópolis, donde se transformaban las materias primas.

Mina Peña del Hierro, en las cercanías de Nerva a cuyo término municipal pertenece, fue una de las primeras en arrancar en el siglo XIX, en esta foto ya se observa rehabilitada. Foto Colección Particular

El consumo de estas sustancias fue en aumento a partir de 1820. El cobre paso de estar ligado exclusivamente a la industria bélica, a tener múltiples aplicaciones en la nueva industria eléctrica por sus excelentes propiedades conductoras. A partir de 1821, la producción mundial del metal se incrementara en un 30% por década (Flores Caballero, 1983).

Mina de Castillo de las Guardas, conocida como La Admirable, en término municipal del pueblo sevillano antes citado, en la foto la mina esta parada y las instalaciones comenzando a rehabilitarse para montar la Reserva

La primera mina que se puso en marcha, exceptuando Riotinto, fue Castillo de las Guardas, que en 1853 producía de 18.000 a 20.000 arrobas de cobre fino (Tarín 1888). Poco después de ella se reabrieron Peña del Hierro (1850), San Miguel (1850), Concepción (1853), Chaparrita (1853), y otras.

Mina La Chaparrita también en el término municipal de Nerva, y cerca de la Peña del Hierro, su masa no fue abundante pero si se encontró entre las mas ricas de la provincia. Foto tomada del blog En Contramina.

En esta primera etapa la mayoría de las empresas eran pequeñas sociedades locales, con más ilusiones que capital. Las labores eran subterráneas, mediante el método de huecos y pilares. En algunos casos se iniciaron pequeñas cortas, efectuando los desmontes a mano. La cementación de aguas cobrizas tuvo una gran aceptción al ser un método sencillo que permitía obtener cobre a bajo coste. Todas estas empresas vendieron sus propiedades a las sociedades transnacionales que llegaron a la región entre 1855 y 1870.
La minería del Suroeste recibió el impulso definitivo a mediados del siglo, con el fuerte crecimiento de la industria química principal consumidora de azufre. El azufre se emplea en la fabricación del ácido sulfúrico, que es la base para fabricar fertilizantes, álcalis, explosivos y otras muchas sustancias. El azufre nativo procedía de los zolfori sicilianos. La demanda alimentó las tentaciones monopolísticas de los productores, que provocaron continuas subidas de los precios hasta cifras abusivas.

Foto de la Corta de Cueva de la Mora ya abandonada e inundada. Foto tomada de garratt-patrimoniominero-industrial

La industria europea reaccionó rápidamente buscando fuentes de azufre alternativas. En 1833 el francés Perret demostró la posibilidad de utilizar pirita para fabricar ácido sulfúrico. Seis años más tarde comenzó la producción industrial a partir de piritas inglesas e irlandesas, con una ley media del 35% en azufre. Poco después las minas británicas se encontraban en vías de agotamiento y no podían abastecer, por si solas, la demanda internacional. Era natural que las piritas de España y Portugal, con leyes superiores al 45% en azufre, se convirtieran en el objetivo de las empresas químicas. Numerosos agentes europeos comenzaron a recorrer las viejas minas del Sur, en busca de la deseada pirita.

Este hombre fue el que denuncio la mayoría de las minas de la F.P.I. es la foto de el ingeniero francés Ernesto Deligny. Foto tomada de amigos de Tharsis

La primera apuesta seria la hizo un ingeniero de minas francés llamado Ernesto Deligny, En febrero de 1883 realizó su primer viaje a Huelva en representación de su amigo el Duque de Gluicksberg, antiguo embajador de Francia en Madrid. Su propósito era visitar y reconocer las minas de San Miguel y Sierra Vicaria. Tran un primer reconocimiento, aconsejó al duque un cambio de estrategia: investigar en puntos más alejados de Riotinto pues allí eran donde se encontraban la mayoría de las minas explotadas. Un mes después emprendió un viaje en busca de "nuevos criaderos y terreno franco" (Deligny, 1863).

Mina Sâo Domingos en Portugal, fue otra de las denunciadas por Deligny. Foto tomada de paginas de internet.

Fruto del mismo fue el registro de 40 expedientes, entre los que se incluían las minas de Cueva de la Mora, Los Poyatos, San Telmo, Vuelta Falsa y las importantes minas de Tharsis. Más tarde realizó nuevos registros en Calañas (La Zarza), y en 1855 compró cinco minas en Portugal, entre las que estaban Sâo Domingos, Caveira y Aljustrel (Strauss, 1970). En 1853 fundó la Compañía Investigadora de Tharsis, que quebró un año después paralizándose los trabajos a causa de la epidemia de cólera que afecto a la región. En 1855 se fundó en París la Compagnie des Mines de Cuivre de Huelva con un capital social de 6.000.000 de francos. Deligny abandonó la dirección técnica cuatro años más tarde, por desavenencias con los socios capitalistas.

Vista de la Mina de San Telmo al fondo el malacate del pozo de extracción empleado para labores de interior y la corta totalmente inundada. Foto tomada de paginas de internet.

El despegue de la minería fue muy rápido. Por esas fechas se empleaban más de dos mil caballerías en el transporte de minerales y materiales entre las minas y el puerto de Huelva (Pinedo Vara, 1963), que había sido sondeado unos años antes por Deligny para comprobar si podían atracar allí buques de gran calado. A partir de 1855 comenzaron las exportaciones de piritas y manganeso. En apenas diez años, la capital onubense se situó en el cuarto lugar entre los puertos españoles por tráfico marítimo, y avanzando el siglo alcanzaría el segundo puesto. En Europa la región comenzó a conocerse como "la California del cobre"  (Tarín , 1888)

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