Mis preferencias por el ferrocarril no pueden dejar de lado al resto de las instalaciones que la explotación de la corta puso a funcionar con tecnologías que hoy nos pueden parecer bastante obsoletas. En favor de aquella empresa diré, qué prácticamente era autosuficiente. Sus talleres tenían casi todo lo necesario, para si se trataba de tornear una pieza nueva o una rueda de ferrocarril o desmontar esos mastodontes de camiones Dumper. Calderería, fragua, electricidad, soldadura, etc., etc., se podían observar todos los oficios bajo el techado de esas increíbles naves de trabajo.
Punto y aparte merecen dos instalaciones: Una es la central eléctrica y otra la planta de trituración del mineral. La primera ya estaba casi desmantelada mientras que la segunda permanecía intacta en esa fecha. Otra cosa será lo que quede hoy.
Y la corta, que empezaba a llenarse de agua, majestuosa y origen y referencia de todo lo que se fue creando a su alrededor.
Y por encima de todo esto, un pueblo, o dos, qué sé yo, fueron tantos los miles de obreros procedentes de lugares próximos o alejados de Tharsis los que dejaron allí su sudor, que estremece ver hoy todas esas máquinas mudas e imaginarles al pie de ellas cuando la actividad de la mina lo cubría todo.
Éste es el último vídeo del reportaje que realicé, ahora hace casi diez años, y con el que deseo trasmitir que aún quedamos muchos que no renunciamos a ver desaparecer el legado de nuestros antepasados.
De nuevo, mi agradecimiento a la Asociación de Amigos del Ferrocarril Cuenca Minera de Río Tinto, por publicar estos reportajes en su blog de "La Factoría".
Juan Leante
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