La minería ha sido el motor de la civilización desde los albores de la historia, proporcionando a la sociedad las materias primas con las que se fabrican la mayoría de los objetos de consumo, siendo pionera en la aplicación de nuevos equipos y técnicas que en etapas posteriores se generalizaron a otros campos. La adaptación a los nuevos mercados y la exigencia de calidad, ha sido un gran reto para la industria minero-metalúrgica. Cada paso que se ha dado, ha supuesto el esfuerzo de generaciones de mineros para superar continuas dificultades. La minería metálica del suroeste ibérico es un vivo ejemplo de todo ésto.
La región de Suroeste de la península denominada modernamente Faja Pirítica Ibérica (en adelante FPI) es, sin lugar a dudas, la más explotada por la humanidad desde la antigüedad. Se tiene constancia arqueológica de que la producción de metales dio sus primeros pasos en algún momento del tercer milenio antes de nuestra era, lo que se traduce en 5.000 años de minería. por tanto, la refleción de Flores Caballero sobre Riotinto puede hacerse extensiva a toda la región cuando afirma que: "si pudiéramos contar con la información del número de horas de trabajo realizadas de manera directa o indirecta en las minas, comprobaríamos que es una de las obras humanas donde se han acumulado más horas de esfuerzo" (Flores Caballero, 1988).
LOS INICIOS DE LA PRODUCCIÓN DE METALES
Las primeras actividades minero-metalúrgicas se remontan al periodo Calcolítico (tercer milenio a. C.). El yacimiento portugués de Jôao Marques (Goncalves, 1987) o el poblado metalúrgico del Cabezo Juré (Alosno) investigado por el Proyecto Odiel (1991) y datado mediante Carbono 14 en el 2.500 a.C. (Nocete y Linares, 1999), son dos claros ejemplos de ello. Por el momento no se han encontrado pruebas concluyentes que demuestren el moldeo directo del cobre nativo, que constituiría una fase aún más primitiva de desarrollo, pero la abundancia de dicho metal en sus múltiples combinaciones y la aparición esporádica de ejemplares nativos aún hoy en día, hace pensar que quizás se diera.
Detalle de la pluma y el cazo de una excavadora de vapor Bucyrus en Corta Dehesa (hacia 1900. La misión del hombre sobre la plataforma es tirar de la cadena que acciona el pestillo y que permite la apertura del cazo para vaciarla. Foto cedida por F. Salgado.
Las primeras explotaciones conocidas, como por ejemplo Cuchillares (Campofrio), consistían en pequeñas zanjas abiertas en afloramientos filonianos de cuarzo. óxidos de hierro, azurita y malaquita. Las labores eran toscas y muy primitivas. La herramienta empleada era el conocido mazo de piedra, con un surco labrado en su zona media que servía para amarrar el mango. Se han encontrado numerosos ejemplares de este tipo en la región y fueron empleados incluso en la Edad del Bronce.
Las menas beneficiadas eran autofundentes. Tras una conminución previa, los minerales se fundían en bocamina en hornos de construcción muy simple. La escoria resultante era viscosa y poco homogénea. Es probable que no lograran derretirla, por lo que se martilleaba antes de su soldificación total para separar los nódulos de cobre. Más adelante, los trabajos se extenderían a otros yacimientos donde tan sólo aparecerían los carbonatos de cobre. Los pioneros de la fundición intentarían reproducir en la carga del horno lo que habían observado en la naturaleza, añadiendo al mineral los óxidos de hierro y el cuarzo como fundente. Esta puede ser una de las primeras innovaciones realizadas por los primitivos mineros (Blanco Y Rothemberg, 1981).
La aparición de culturas tan especializadas comporta la lucha por el control de la tecnología y de los yacimientos. Se construyeron los primeros poblados fortificados y surgió un rudimentario comercio basado en el trueque de objetos metálicos por otros bienes. Todas estas características aparecen en el poblado de Cabezo Juré (Nocente y Linares, 1999), donde además parece que existía cierta diferenciación social basada en la posesión de tres elementos: tecnología, armas y productos foráneos. Con el tiempo, el comercio actuó a modo de catalizador, favoreciendo el intercambio de ideas y experiencias con otros pueblos. Sin embargo, un nuevo factor apareció a finales del Calcolítico: los depósitos de carbonatos fueron agotándose en unos casos o alcanzando los niveles donde aparecían los sulfuros. Ante la imposibilidad de tratarlos, las minas quizá fueron abandonadas durante un tiempo.
Ya en la Edad del Bronce (h. 2.000 a.C.), el empleo del cobre arsenical en la manufactura de utensilios indica que el metal procedía de la fusión de sulfosales. Una mina típica de esa época es Chinflón (El Pozuelo). Aquí se abrieron rudimentarios pozos con herramientas de bronce. Estos pocillos tienen labrados en sus hastiales pequeños huecos que servían como peldaños para acceder a los trabajos. La metalurgia alcanzó un gran desarrollo. Se empleaban de forma generalizada los fundentes y las escorias eran en derretido. En el fondo del hogar del horno quedaban panes de cobre de unos 3 ó 4 kg. de peso (Blanco y Rothemberg, 1981).
Malacate de caballerías en el Pozo San Pablo de Cueva de la Mora (1914). Foto cedida por FRT.
Los hallazgos efectuados en las excavaciones del asentamiento del Cerro de las Tres Águilas y de la necrópolis cística de La Parrita (ambas en Nerva, Huelva), o los realizados en la Mina San Platón (a 9 km de Riotinto) permiten concluir que, en algún momento en el Bronce Inicial y el Bronce Medio (1.800 - 1.200 a.C.), se comenzó a fundir plata por primera vez en la Península Ibérica. Riotinto es el lugar donde se han encontrado los restos (escorias) de mayor antigüedad (Pérez Macías, 1996). Los primeros trabajos serían de escasa entidad. A medida que la producción crecía, fue desarrollándose una minería de ladera en pequeñas cuevas, excavadas por la cota apropiada para evitar la dura montera. Los minerales mas buscados eran los de gossan ricos en plomo y plata, originados por la oxidación de los sulfuros complejos.
2 comentarios:
Excepcional cómo siempre el articulo.
Saludos.
Mis felicitaciones a Iván por su afán de profundizar en las raíces de nuestra historia minera. Ahondar en ella es ensanchar el horizonte del presente y sobre todo del futuro.
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