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'La Mina'. (Foto: A.P.D) |
Los pájaros querían seguir cantando en los moreros, pero la naturaleza despiadada los obligó a emigrar a otras regiones y solamente quedaron en las copas de los árboles los cimientos circulares de los nidos, mientras una lluvia silenciosa iba dándole un aspecto fantasmal y apocalíptico a los desteñidos retratos de La Mina. A lo lejos, hacia donde sale el sol, se veían las casas de Nerva, enraizadas en las lomas del Cerro Pelambre y El Ventoso, como símbolos de una sociedad más dinámica y emprendedora. Pero en medio sólo había una vasta soledad de escorias, edificios muertos, ferrocarriles desmantelados…Y las aguas cobrizas que salen por el túnel 11 (en la Estación del Medio), cantando con sus flautas rojas la triste sinfonía del olvido, por estas llanuras infernales que huelen a jazmines mustios y a sucias paredes tiznadas de alquitrán. Si algún día vienes por estos lugares sobrecogedores y desérticos, observarás que el olor del azufre es más intenso que el oxígeno del aire y lo desplaza brutalmente con sus manos amarillas, hasta que las vías respiratorias empiezan a pedir urgentemente la llegada de aire puro. Y si es otoño y el cielo gris plomizo amenaza con llover, el paisaje resultante es más sobrecogedor aún, sobre todo si el viento de noviembre hace sonar sus roncos violonchelos, y una voz improvisada nos anuncia la próxima tormenta.
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