XXI
Después de ver el eclipse final de la luz anaranjada y gris que entraba por los cristales de las últimas casas de La Mina. Después de que aquellas ancianas vestidas de riguroso luto (fotografiadas por mí a mediados de los años setenta) se fueran para siempre de la calle Méndez Núñez. Después de que dejaran de oírse por doquier los madrugadores violonchelos de las locomotoras de vapor inglesas. Después de que los últimos habitantes de este pueblo que enterraron vivo (sin habérsele parado aún el corazón), cerraran ingenuamente con llave las puertas de sus viviendas. Después de que las nuevas compañías mineras de Riotinto pusieran alambradas en el Alto de la Mesa y colocaran por todas partes carteles de “PROPIEDAD PARTICULAR, PROHIBIDO EL PASO” (los mismos que hace más de un siglo colocó la Río Tinto Company Limited), he seguido escribiendo relatos y poemas breves, que espero que los lea alguien, antes de que el tiempo los cubra de olvido, vejez y telarañas.
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