XX
Ahora, sobre este gigantesco e imaginario tablero de ajedrez, cuyas cuadrículas (pintadas de rojo y blanco) llegaban desde la Corta Atalaya hasta el mar de los tartesios en Huelva, ya no se libran batallas sociales contra la temible Compañía de Río Tinto. Los mineros perdieron casi todas las batallas, es verdad (la de 1888, la de la gran Huelga General de 1920, y muchas más); pero dignificaron la historia de la minería onubense, con sus luchas sindicales y revolucionarias, inspiradas en los catecismos marxistas de la revolución soviética. Luego se jugaron otras partidas de ajedrez más civilizadas y menos agresivas, pero ya el tablero estaba tan descolorido y grieteado, que ambos contendientes optaron por otras formas de lucha más modernas, basadas en el diálogo, en el engaño consentido y en la moderación recíproca…Hasta que los últimos capitalistas renunciaron a seguir con el negocio de la gallina de los huevos de oro, y solamente nos quedó (como símbolo de heroicidad perpetua) el minero de bronce de la Plaza de Riotinto.
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