IX
'La Mina', (foto: A.P.D) |
Una fuente casi abandonada del siglo dieciocho seguía arrojando su chorro de agua cristalina por los caños de bronce que estaban incrustados en la roca. Pero el agua se perdía mansamente entre aquel paisaje inhóspito cubierto de ruinas y viejas escombreras del Cerro Colorado, sin que se beneficiara árbol ni vegetación alguna de aquel centenario manantial que dio de beber con su ubre de cristal sonoro a los antiguos mineros de Río Tinto. Los gorriones y las golondrinas eran los únicos que se bebían el dulcísimo manjar del agua, cantando a coro esas sinfonías de abril que los hombres ancianos escuchaban sentados en sillas de nea frente a sus puertas…mientras las luces menguantes del crepúsculo agonizaban en los rojos peñascos de los montes, donde el sol iba a morirse cada tarde.
Cuando ya la fuente estaba casi herida de muerte y a punto de secarse, hubo algunos poetas mineros que quisieron inmortalizar aquellos retratos color sepia, que aún se reflejaban en las retinas de los hombres ancianos…pero aquellos versos de réquiem (si es que alguna vez fueron escritos por algún poeta anónimo), aún no han sido publicados en ninguna revista especializadas de la minería del cobre.
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