martes, 17 de septiembre de 2013

Historia de la Faja Pirítica Ibérica (X). (Por Iván Carrasco)

LA CALCINACIÓN EN TELERAS Y LOS SUCESOS DE 1888.

Por lo común, el mineral tratado "in situ"  tenía una ley media inferior al 2 ó 3 % en cobre, mientras los minerales de mayor ley se destinaban a la exportación (Tarín, 1888). Ya se han apuntado las dos formas básicas de obtener cobre metal: por fundición o vía seca y por cementación o vía húmeda. Las compañías mineras se decantarán por la aplicación de esta última, bien en su variante de cementación natural, bien por cementación artificial. Este procedimiento se aplicó de forma sistemática en casi todas las minas españolas. En Portugal se empleaba la cementación natural, pues las calcinaciones de piritas al aire libre se prohibieron en 1878, antes incluso que en Inglaterra.

Restos de teleras en al área de tostación de Planes, creo que son las únicas que se conservan en toda la Faja Pirítica. Foto colección Particular.

La cementación artificial constaba de tres etapas: los minerales se apilan en montones (llamados teleras por su semejanza con un típico pan andaluz) sobre un lecho de leña que se prendía, transmitiendo al montón una combustión lenta que podía prolongarse durante varios meses. La segunda fase era la disolución, en la que los morrongos (minerales calcinados) se depositaban en una serie de pilones disolvedores en donde se lavaban con aguas de minas para disolver los sulfatos de cobre formados durante la calcinación. Los licores ricos en cobre pasaban después a la fábrica de cementación propiamente dicha, en la que el cobre se precipitaba sobre lingotes de hierro en dos etapas: en los pilones se precipitaba la cáscara de cobre de los licores ricos, que finalmente se apuraban en los canaleos.

Cementación Cerda, mediante el canaleo se trataban las aguas ricas procedentes de los tanques de disolución, en estos canales precipitaba el cobre contenido en las aguas, sobre la chatarra de hierro que contenían los canales. Foto Colección Particular.

Al aumentar el tonelaje del mineral tratado, también crecía el volumen de humos producidos y los efectos se dejaron sentir pronto. En el caso de Riotinto, aumentó espectacularmente el número de teleras humeantes que ardían día y noche en el Valle de Lucifer, como se conocía el área donde se calcinaba la pirita, llegándose a lanzar a la atmósfera 500 t. de gases sulfurosos y arsenicales. A partir de 1877 en los registros del hospital de Riotinto aparecen muertes causadas por "falta de vida", posiblemente una forma de disimular las asfixias producidas por los gases (Pérez López. 1994).

Las comisiones de investigación más o menos independientes relacionadas con los humos se sucederán de forma continuada, acompañadas por encendidas polémicas  en la prensa. Los partidarios de la prohibición de las teleras se organizaron en torno a la Liga Antihumista. Las acciones de este grupo fueron frecuentes en la provincia. Consistían en visitar los ayuntamientos de los pueblos afectados, por los humos intentando de convencer a los ediles que prohibieran las calcinaciones. Esto lo consiguieron en Zalamea la Real (1887) Alosno (1887) y Calañas (enero de 1888).

Nada mejor que los cuadros del pintor nervense Antonio Romero Alcaide, para representar los sucesos del Año de los Tiros, magnifico cuadro de la masacre de la Plaza de la Constitución, el día 4 de febrero del año 1888.

En la Cuenca Minera de Riotinto estas reclamaciones alcanzaron dimensiones de tragedia. El 4 de febrero de1888 se convoco una marcha de protesta por los humos. Varias columnas (entre 14000 y 20000 personas) encabezadas por bandas de música, confluyeron frente al Ayuntamiento del antiguo pueblo de Riotinto, que era custodiado por la compañía de la Guardia Civil destacada en las minas. Una delegación subió a presentar las reclamaciones, iniciándose una larga discusión. Una hora después, el Gobernador Civil llegó por tren con 45 soldados del Regimiento de Pavía y más Guardias Civiles, quienes se dirigieron hacia el Ayuntamiento abriéndose paso por las calles atestadas de gente. Al llegar allí, el Gobernador situó las tropas frente a la fachada y se unió a la reunión, dispuesto a terminarla de una vez por todas. En la calle la tensión aumentaba. Irritado por el gentío, el Gobernador salió al balcón y ordenó que los presentes se dispersaran inmediatamente. Su intervención excito aún más a la gente que lo abucheo. El teniente coronel al mando del destacamento ordenó a sus hombres cargar armas y apuntar a la multitud pasa disuadir cualquier posible agitador. Inmediatamente sonaron varias descargas. La confusión y el terror siguieron a los primeros disparos, provocándose una desbandada de gente en todas direcciones, que huían mientras eran tiroteados por la espalda (Pérez López, 1994). Quince minutos después la plaza quedó ocupada únicamente por los muertos y algunos heridos. Los bancos de hierro forjado estaban arrancados o rotos por el empuje de la multitud(Avery, 1985). Dependiendo de las fuentes consultada, las victimas oscilan entre 70 y más de 200. El dato exacto quedará sumido para siempre en las brumas del tiempo; para evitar despidos muchos enterraron a sus familiares ilegalmente en escombreras cercanas.

Otro magnifico cuadro el pintor Romero Alcaide, en el se representa las famosas y tristemente celebres "Las Teleras", ya se puede suponer las malísimas condiciones  de trabajo de las personas que las cuidaban.

Las calcinaciones fueron prohibidas por decreto ley quince días después de estos hechos. La R.T.C. consideró la decisión como un ataque a sus intereses. Gracias a sus influencias en Madrid, la compañía consiguió que dicho decreto fuera derogado el 29 de septiembre de 1890. De hecho las calcinaciones continuaron e incluso aumentaron, aunquie fuero eliminándose paulatinamente a partir de 1895, hasta que en 1907, diecinueve años después del "año de los tiros", como se conocen desde entonces estos trágicos acontecimientos, se apago la última telera en las minas de Riotinto.

Las reacciones políticas suscitadas a raiz de los acontecimientos de Riotinto, motivaron que las grandes empresas abandonaran la cementación artificial y se decidieran emplear otros procesos entre los que estaba la cementación natural. Esta consistía en la acumulación del mineral en grandes montones de varios cientos de miles de toneladas, denominados terreros, dispuestos sobre una red de canales de piedras situados en su base y conectados a chimeneas que atravesaban los montones. Estos terreros eran regados con aguas de minas y agua recuperada de otros procesos para lixiviar el cobre contenido. La finalidad de los canales y las chimeneas era facilitar la conducción del aire imprescindible para la formación de sulfatos, así como para recoger los licores ricos. El cobre disuelto se precipitaba con lingotes de hierro de la forma descrita antes. El proceso era más lento que la cementación artificial, pero tenía dos ventajas: se suprimía la fase de calcinación y no se producían humos tóxicos. En segundo lugar el azufre no se perdía en los gases y el mineral una vez agotado el cobre, era vendible como mena de azufre bajo la denominación de pirita lavada. Su implantación en otras minas estuvo favorecida por la experiencia previa que existía en minas como Concepción y Sâo Domingos, en las que se empleaba desde la década de los 50. En Tharsis se implantó en 1989.

Las calcinaciones al aire libre se prohibieron en las minas portuguesas, como esta de Saô Domingos, mucho antes que en las españolas, con lo cual se ahorraron conflictos, vidas y dinero. Foto Colección Particular.

En Riotinto se habían realizado pruebas con otros tratamientos desde antes de 1888 debido a que el montante de dinero destinado a indemnizar a los agricultores afectados por los humos crecía a la par que el tonelaje calcinado. En 1879, el alemán Heinrich Doetsch, representante en Huelva de la compañía, patentó un nuevo proceso que disminuía el volumen de mineral calcinado. Consistía en la lixiviación del cobre diluido en forma de clorato. Esta sal  mezclando en los terreros pirita, sal común, caparrosa, tierras vitriólicas y mineral de manganeso (Tarín, 1888). El inconveniente mas importante residía en que la síntesis del cloro necesario para transformar los cloruros en cloratos resultaba caro. Por ello, el esquema inicial se modifico, introduciendo primero una calcinación en teleras de la mezcla previa al lavado. En una segunda variante se prescindió de nuevo de la calcinación, añadiendo en los terreros mineral de manganeso en exceso. En resumen, las diferentes alternativas siempre necesitaban el empleo de, sal y manganeso, sustancias en las que Doestch y su socio Sundhein tenían fuertes intereses. Además la R.T.C. debía de pagar un canon anual a Doestch por la cesión de los derechos sobre la explotación industrial de su patente (Avery, 1985). A pesar de no ser una solución eficaz, el proceso Doestch se continuo empleando hasta que el autor se llevo a la tumba consigo su privilegio en 1894.

Restos de antiguos terreros en la zona de Naya, después de varios años de riegos para sacarle el cobre, los restos de mineral se volvián a cargar para tratarlos y extraerles el azufre. Foto Colección Particular.

Dos años después de la muerte de Doestch, se comenzó a producir cobre por cementación natural, aunque esperimentalmente. En 1899, se generalizo este método a raiz de una visita del Presidente de la compañía a Tharsis, donde pudo comprobar que era utilizado por sus rivales desde hacia diez años con buenos resultados económicos (Avery, 1985). Ésta es otra prueba más de la incomunicación que había entre las dos compañías, fruto de sus malas relaciones.




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