EL SIGLO XVIII: LAS MINAS SON REHABILITADAS (I).
La llegada del ingeniero de minas Francisco Angulo se produjo en 1786, permaneciendo en las minas hasta agosto de 1887. Angulo y sus colaboradores realizaron un completo informe, en el que exponían las necesidades más acuciantes de las Reales Minas. En primer lugar, se trazo el primer plano general de las labores, Así, se pudo comprobar el intenso laboreo de rapiña a que se había sometido el Filón Nerva, observando que los pilares de los diferentes pisos no se correspondían y algunos niveles estaban separados por entrepisos de espesores inferiores a un metro. Esta era la causa principal de los frecuentes hundimientos que ocasionaban accidentes. Se llevó a cabo una campaña de fortificación de los puntos críticos, mediante la construcción de llaves y bóvedas de manpostería.
Angulo introdujo las vagonetas para el transporte de mineral y la planificación. se abandonó el trabajo por campañas de extracción y calcinación, realizándose a partir de entonces ambas tareas simultaneamente. Proyecto la construcción de un malacate de caballerías que sería montado en el pozo de Las Animas (Flores caballero. 1983). Recomendó la construcción de hornos reverbero para obtener un cobre más puro. Pero potenció más la vía húmeda, mejorando las calcinaciones y rehabilitando la galería de cementación, abandonada por Sanz. también propuso un nuevo método para extraer cobre disolviendo con aguas de mina las tierras finas que resultaban de la calcinación del mineral (menudos) y precipitándolo con hierro, anticipándose a la "cementación artificial", que sería empleada masivamente durante el siglo XIX.
Tostación de minerales en las llamadas "Teleras", mediante esta tostación los sulfuros pasaban a sulfatos, estos se disolvían facilmente en agua, pasando el mineral calcinado, una vez apagadas las "Teleras", a los canaleos para el aprovechamiento del cobre contenido. Foto colección particular.
Otro serio problema lo constituía el fuerte absentismo laboral causado por la demanda de trabajadores para el campo durante la cosecha. para evitarlo, propuso soluciones muy ingeniosas, entre las que destaca la concesión a los mineros de Riotinto para librarse del servicio militar (Rúa Figueroa, 1859). También luchó contra los destajos y el sistema de contratas, pero no consiguió eliminarlos.
"Teleras" antes de ser encendidas, se pueden ver los conductos laterales que comunicaban con la chimenea central, para que aire circulara y favoreciera la combustión. Foto colección particular
Muchas de las propuestas cayeron en saco roto. En un nuevo informe (1798) insistía en la conveniencia para producir cobre a menor coste. todos sus esfuerzos serían en vano: el país se encaminaba hacia una honda crisis que tendría graves consecuencias políticas. Se nombró a un nuevo administrador que tuvo que hacer frente a muchos contratiempos como la falta de fondos , las continuas alzas en los precios de las materias primas, los problemas financieros de sus clientes y la situación política en general (Flores caballero, 1983).
En 1907 se clausuraron la Real Fundición de Bronces de la Artillería de Sevilla y la Fábrica de Cobrerías de Jubia, principales clientes de Riotinto. Un año después estalló la Guerra de la Independencia. La parada de las minas fue total durante la contienda, con el cese de las actividades de cementación en 1810. Esta situación se debió al férreo control impuesto por los franceses que, aunque no llegaron a invadir las minas , destacaron una guarnición en el Castillo de las Guardas (Sevilla) que impidió tanto la recepción de suministros , como el envío del cobre producido a la capital Hispalense. Los mineros en paro se vieron abocados a mendigar para paliar el hambre (Avery, 1985).
Real Fábrica de Ronces de la Artillería de Sevilla, en estado de abandono. Foto Grupo Joly..
Finalizada la guerra, las actividades se recuperaron poco a poco. Las dificultades eran grandes, pues el país estaba devastado. A partir de 1815 y hasta 1823, sólo se trabaja en la cementación de las aguas de mina. En 1820, Fausto de Elhuyar quiso llevar a cabo un proyecto que aseguraba el abastecimiento de los consumos de las fábricas de Sevilla y Jubia. De nuevo la política hizo fracasar el intento. Los esfuerzos de los ingenieros de minas serían siempre ahogados por la Administración, más preocupada de llenar por la vía rápida las arcas de un estado en bancarrota que de crear riquezas a partir de los recursos propios.
Riotinto fue cedido en arrendamiento en el año 1829 al Marques de Remisa, por un periodo de 20 años. Este realizó la explotación buscando el máximo beneficio al mínimo coste. Además, empleó sus influencias en el Gobierno para conseguir la prohibición de las importaciones de cobre, al tiempo de obtener un precio de venta fijo para el de Riotinto, incluso cuando el mercado exterior iba a la baja. En 1837 fue denunciado por la tala abusiva de arboleda para obtener combustible para los hornos, que provocó la desertización de gran parte del territorio. La reacción de Remisa es abandonar la fundición y obtener el cobre por vía húmeda.
Gaspar de Remisa, Marques de Remisa. Arrendatario de las Minas de Riotinto.
A partir de 1839 se generizará el empleo de la cementación artificial. Este método, propuesto por Ignacio Goyanes, se hará hegemónico hacia el final del periodo del arrendamiento de Remisa, en el que el 90% del cobre producido en Riotinto era obtenido por calcinación en teleras (Flores Caballero, 1983). Las minas fueron esquilmadas, limitándose la extracción a las menas de mayor ley primero, y después a los vitriolos que atestaban las galerías antiguas , por dar éstos aún mejor rendimiento en la cementación. Las calcinaciones al aire libre crecen rápidamente y la manta (neblina formada por la condesación de los humos que desprendían las teleras) empezó a ser tristemente célebre. " los labradores temen las aguas en invierno y el rocío de las noches de verano, porque es cuando mueren más plantas porque es cuando se deposita sobre los vegetales mayor cantidad de ácido sulfúrico líquido. (...) los tejados de los alpendes y casas más inmediatas a las plazas de calcinación, así como las rocas y todo el terreno, se cubren de una capa amarilla verdosa de azufre libre; los humos más densos (sulfurosos) excitan con fuerza la tos y hacen estornudar y llorar al mismo tiempo; los vapores mas difusos (arsenicales) (...) son nauseabundos y quitan las ganas de comer; para quitarse el mal gusto de los humos, (...) el único remedio es tomar un poco de licor o aguardiente; he aquí otra necesidad, poco agradable para muchos, que crean los humos de las calcinaciones en los habitantes de las minas de Riotinto". (Revista Minera, 1852).
Remisa finalizó su contrato en 1849, pero continuó ligado a Riotinto porque cuatro años antes, había subcontratado la actividad más lucrativa del establecimiento minero a otra sociedad de su propiedad llamada Compañía de los Planes. La cementación artificial de tierras vitriólicas, mezclas de polvo mineral y vitriolos que contenían entre el 4 y el 12% en cobre, permitía obtener una cáscara mucho más limpia que la llamada "cascara de cañería", por lo que se refinaba independientemente del resto de los minerales (Salkield, 1987). La legalidad del contrato fue discutida en muchas ocasiones. A pesar de las presiones, Remisa supo aprovecharse se la indecisión de la Administración y mantuvo su privilegio hasta 1859, año en que finalmente abandona sus negocios en Huelva.
Por si fuera poca la desgracia del establecimiento minero, en 1839 entró en escena otro oportunista: Mariano de la Cerda, antiguo párroco de las minas, que obtuvo la concesión para probar un "nuevo" proceso para precipitar el cobre al que llamaba misteriosamente método electroquímico. Consistía en una cementación artificial convencional, salvo que en la fase de precipitación se intercalaban planchuelas de plomo entre los lingotes de hierro, sumergiendo todo el conjunto en los canaleos y pilones, Según el presbítero, el plomo disminuía el consumo de hierro al hacer éste inatacable por el ácido (García Castañeda, 1853). Esta aseveración provocará las denuncias de muchos técnicos de la época , que vieron en el proceso una estafa, llegando incluso a la descalificación personal.
Cementación y canaleos en el lugar conocido como La Cerda, quizas por que en el mismo sitio se localizaba anteriormente la fábrica del cura Mariano de la Cerda. Foto colección Particular.
El sacerdote demandó en dos ocasiones a la Revista Minera, que era la publicación de donde partían la mayoría de las criticas. Sus actividades se prolongaron en las minas por espacio de 19 años, hasta que a raíz de una fuerte campaña de prensa el Ministerio de Hacienda ordenó que no se le comprara más mineral. De la Cerda aceptó rescindir el contrato cinco años antes de su finalización, a cambio de una compensación económica que alcanzo la cifra de medio millón de reales, gracias a la oportuna intervención de sus amigos del Gobierno (Avery, 1985). Hay noticias de que, tras dejar Riotinto, se dirigió a las minas de San Miguel, donde quiso ensayar su método, pero parece que no tuvo éxito, pues nunca más se volvió a saber de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario