VII
La última calle de La Mina se llamaba Méndez Núñez, pero en la esquina donde estaban colgadas estas letras, solamente se podía leer el último apellido, sobre la tiznada cal de aquellos centenarios muros, que habían sobrevivido milagrosamente al tiempo…a pesar del avance imparable de la corta Filón Sur y de la pólvora brutal que vomitaban diariamente los barrenos.
Dos ancianas vestidas de luto y con pasos renqueantes, trataban de superar sin demasiado éxito la suave pendiente empedrada con escorias de las viejas fundiciones, hasta llegar a sus ruinosas casas…
Mientras el último tren sin pasajeros salía de la Estación del Coso, rompiendo el silencio matinal de aquel otoño, que arrancaba sin piedad las hojas de los árboles y entumecía los huesos deformados de aquellas ancianas silenciosas que no querían abandonar sus casas, hasta que no sonara la última campana de La Mina.
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