martes, 3 de mayo de 2011

La Estación del Medio: donde nacen, se cruzan y mueren las vías.- Segunda parte. (Por Martin Gálvez)

(....Viene de la primera parte, léela pinchando AQUÍ)


La comida llegaba en su punto, la fiambrera todavía estaba caliente.
"Ponte por este teléfono vas a hablar con Juan", me dijo mi padre. Juan Romero era del pueblo del Berrocal, aunque hacía años que vivía en Nerva cerca de casa. Estaba en la casa palanca.
- Hombre artista, ¿Qué haces tú por aquí?, -dijo Juan al oir mi voz. - Es que hoy voy a echar carbón a la locomotora, - le respondí todo contento- y ¿Juan José?, (Juan José era su hijo y mi amigo desde que nacimos). - Pues estará levantándose ahora, él se lo pierde, que se ponga tu padre.

Mi padre se puso a indicarle por dónde tenía que entrar el tren y yo mientras salí fuera. Estaba rodeado de casas palancas, pero la de Juan José se me antojaba la más bonita. Era preciosa, rodeada de cristaleras que hacían que todo su interior fuese a contraluz: madera, hierro y cristal, visibilidad de 360 grados de toda la zona,.. ¡Qué vistas más exclusivas! La semana anterior la había visitado: allí me esperaban unas escaleras empinadas y Juan José quiso que yo moviese una de esas palancas, pero ni colgándome de ellas pude hacer que se estremeciese un poco,...

Frente de las oficinas se encontraba el pueblo de la Estación del Medio. Yo disfrutaba yendo al bar, era amplio, se podía correr. Todos me conocían y me trataban como si fuera una persona mayor, y eso era para mí lo más importante. Arriba de esa “colina” había un huerto del que mi padre de vez en cuando nos llevaba deliciosas verduras y frutos a casa.
Al lado de las oficinas estaban los servicios, -vamos, el wáter-, rodeados de una parra “bravía” como para camuflarlos. Siempre estaban limpios, pero tenía un olor peculiar, y cuando tirabas de la cadena, - o mejor dicho, un pedazo de alambre al que apenas alcanzaba-, salía un bramido que la caseta llena de desconchones parecía que se iba a derrumbar. Para cuando salía el agua yo ya estaba fuera,...


Más a la izquierda se divisaba el Puente Carretera, al que no le faltaba tráfico ni por encima ni por debajo,- este último más civilizado y más controlado. Al lado, laboratorios, y allí a lo lejos ,la Mina-Pueblo, coronado por las primeras casas del Alto de la Mesa.
Entre tanto, estaba entretenido con el morse y con el rollo de papel donde salían y que volvía locos a los compañeros de otras estaciones cuando sonó el teléfono. Se puso mi padre; tras una breve conversación colgó. "A ver niño, quítate la chaqueta, la corbata, el gorrito, -odioso-,... sí, así estás bien,...Prepárate". Fuimos al andén,- era una forma de llamarlo… "Por esta vía es donde vienen, esta Andrés el padre de la Chacha Pepa del Cerro Pelambre, así que solo alzas los brazos y no te muevas,..." - ¡qué cansino!, siempre me decía lo mismo, si ya lo sabía.

Por dónde estaba la cantera y cocheras veía aparecer el tren acercándose. Alcé las manos. Se me imaginaba que aceleraban cada vez más,...tiempo más tarde me dijeron que iban casi parados, pero yo los veía a doscientos por hora. El maquinista salió fuera de la locomotora agarrándose con la mano izquierda y todo el cuerpo en el aire, como si flotase,. Al llegar a mi altura, me cogió de un puñao y me metió dentro. Me dieron besos con las caras tiznadas, tanto él como el fogonero… ¡Qué importaba! yo era uno de ellos y entre colegas…
-Artista, hoy la máquina va lenta vas a tener que echarle carbón,..-.¡ Qué bien! Ese era mi deseo menos oculto,...- Pero tenemos una pala especial para usted. No sé de donde habían sacado pero era una palita de mi tamaño; es que con la otra no podía.



La Estación del Medio desde el Tren - Principio de los 80
. Foto: Martín Gálvez.


Me tenían pre
parada más que carbón algo parecido a canicas, “bolinches”,...Aquello tendría que ser llamado carbonilla,... Yo echaba paletadas y ellos hacían que la máquina corriese más. Y así llegábamos al Puente Carretera,...Poco después empezaban las maniobras: la primera para dejar los vagones en su sitio; la segunda era la mejor: nos íbamos para cocheras. Era espectacular; el humo al entrar, lo llenaba todo. Algunos me daban con guasita la enhorabuena por el trabajo bien hecho; otros ni miraban, estaban afanados con piezas que yo no reconocía pero eran enormes, y uno incluso, con un martillito tocaba la batería con las ruedas de las locomotoras. Había charcos de agua negra en el suelo y grasa. Andrés me cogía de la mano:
- Vamos artista, a ver cuando me pintas, ¿o piensas pintar a tu novia antes que vendrá de Cornellá este verano? Me puse rojo como un tomate de momento; venía Manoly pero que no viniese Encarny, su hermana, - pensaba- que sólo me daba bocados, me tenía rabia,... Mi padre me esperaba riendo como pocas veces puedo recordarlo,... - Vaya, cómo te han puesto estos,... Gracias, Andrés. Recuerda que mañana iremos al cerro Pelambre a haceros una visita" - Lo sé Felix, lo sé,- respondió. - Pues hasta mañana. - Hasta mañana.
Lo primero era ir a lavarme la cara; no me dio tiempo de vérmela nada más entrar… el grifo abierto de agua fresquita y una mano llena de ese agua que no sé ni como vino pero por poco me ahoga,... Tres restregones más con ese jabón que más que escocía en los ojos te los parecía sacar de las órbitas directamente, y otro montón de agua en los pelos, el peine, y una hermosa raya al lado que parecía hecha con un hacha de lo recta que mi padre me la ponía,..

Jugaba solo a pelis del oeste en los vagones de vía muerta que había detrás de las oficinas. "Niño ya es hora", me dijo mi padre mientras había estado lavando la fiambrera. Y ahora con ella vacía y reluciente había llegado la hora de la vuelta. Un beso… "adiós papá", y a desandar lo andado.
Antes de llegar el montículo, allí donde circula el agua trasparente y extrañamente verde, me volví y dije adiós con la mano; me devolvió el saludo con un: "Y ten cuidado niño".
¡Qué laberinto mas maravilloso formaban las vías! A lo lejos un guardagujas, cambiaba las vías, ¡Qué fuerte tenía que ser ese hombre! Yo no había podido con las delgadas de la casa palanca, así que con esas con eso tan gordo que tenían…

Dije adiós al vigilante de la garita: "Adiós Félix", me volví y le dije muy enfadado: "No me llamo Félix, yo me llamo Gálvez y soy pintor-maquinista-fogonero". Él se echó a reír, seguro que lo hizo durante un buen rato, pero para entonces yo corría cantando una canción de los Beatles, "Anna",... Cuando me oían al pasar decían "qué raro es este niño". Y ya vuelta a tener que saltar la tubería gorda, (quién la pondría allí,...); después, saltar sobre las piedras que salvaban el rio Tinto,.. A esa hora había más novios haciéndose carantoñas a lo lejos en el dique…

Cuando llegué a casa, mi madre me hizo lavarme enterito y cambiarme toda la ropa… Pero no me importaba, yo sólo pensaba en la Estación del Medio y en que el próximo fin de semana estaba cerca.

MARTÍN GÁLVEZ


Nota del autor: Quisiera que estas palabras sirvan de homenaje a mi padre: Félix Martín Acemel, jefe de estación, y a quien le debo estos bonitos recuerdos.

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